Época: Barroco Español
Inicio: Año 1600
Fin: Año 1750

Antecedente:
La Plaza Mayor en España

(C) Pedro Navascués



Comentario

En efecto, con la guerra y repoblación se vincula la creación de las bastidas o villas nuevas, cuyos vecinos viven prácticamente una doble condición civil y militar en un territorio en litigio que hay que defender. Así ocurrió por ejemplo, en Francia donde la rivalidad anglo-francesa dio lugar a un número elevado de nuevas ciudades (Villeneuve-sur-Lot, Villefranche-de-Rouergue), a lo largo del siglo XIII, cuya organización viaria tiende a regularizar el trazado con calles largas y de cierta amplitud, prácticamente rectas o con quiebros muy suaves, cruzándose unas con otras en un ángulo que si no es de 45' está próximo al ángulo recto. Aquí interesa recordar que en el corazón de esta malla regular se reserva un espacio libre, de planta entre cuadrada y rectangular para una plaza en cuyos ángulos, generalmente, se cruzarán las cuatro calles principales, dos a dos, las cuales comunican el centro con las puertas de la ciudad. Todo ello con un carácter muy expeditivo y funcional que recuerda, salvando las diferencias, las técnicas de la castrametatio romana, es decir, la ordenación sobre el terreno de un campamento militar, cuyas reglas nos han llegado a través de Polibio. El hecho de que las plazas de las bastidas sean con frecuencia porticadas y sirvan de escenario al mercado, así como el que la arquitectura del entorno albergue en los soportales el comercio estable y viviendas en las plantas superiores, nos obliga a tener en cuenta esta realidad no tanto como antecedente directo de la Plaza Mayor, sino como respuesta funcional al centro cívico y comercial de una ciudad de nueva planta, que guarde desde luego analogías con nuestras plazas.
En la España de la Edad Media, donde el hecho de la Reconquista obligó a las coronas de Castilla y Aragón a asegurar las tierras tomadas a los musulmanes, fundando nuevas ciudades y fijando una población a la que se atraía con los privilegios recogidos en las respectivas cartas pueblas, también se dieron interesantes ejemplos de asentamientos urbanos en una línea análoga a la de las bastidas. Interesa señalar aquí algunos de los ejemplos que guardan en su interior una plaza como es, en Levante, el caso de Villarreal de los Infantes (Castellón) o, en Castilla, la ciudad de Briviesca (Burgos). El nombre de Villarreal nos dice que se trata de una fundación regia debida en este caso a don Jaime I de Aragón, quien firmó su carta puebla el 20 de febrero de 1274. El interés de su trazado es excepcional por ofrecer un ejemplo muy acabado de lo que fueron estos asentamientos de nueva planta, en los que era posible realizar una ciudad funcionalmente ideal, traducida en la equilibrada disposición de sus calles y plazas, sin omitir la formación de solares de igual valor de superficie y orientación para su reparto entre los nuevos pobladores. Castellón, Nules, Almenara, etc., tuvieron igualmente una disposición análoga si bien Villarreal es la que ofrece un modelo más acabado. La regularidad de sus plantas, formadas por una retícula, condicionó y ordenó el futuro de su crecimiento de tal forma que con la simple prolongación de sus calles, más allá de la primitiva muralla, se ampliaba la malla inicial. En Villarreal, su Plaza Mayor se encuentra en el cruce de los dos ejes principales de la ciudad que, de este modo, se comunica de inmediato con las cuatro puertas del recinto amurallado. La plaza, desdichadamente, hoy muy deteriorada, aún conserva parte de su carácter original, especialmente en aquellos lienzos que con tres alturas mantienen la escala y ordenación primitiva. Consistía ésta en un cuerpo bajo de hondos soportales con arcos apuntados, en piedra, y dos pisos de viviendas encima. Siempre se ha distinguido la Plaza Mayor de Villarreal por las salidas de sus cuatro calles en el centro de sus cuatro frentes, dando a los soportales soluciones poco frecuentes al formar ángulos y esquinas.

Lo común es que el cruce de las calles más importantes se produzca precisamente en los ángulos de la plaza y no en su centro, es decir, la fórmula vista en las bastidas francesas mencionadas y que hallamos en la Plaza Mayor de Briviesca. Esta ciudad, de origen romano, trasladó su asiento al actual emplazamiento a comienzos del siglo XIV. De entonces data su trazado que obedece a la clara influencia de las bastidas francesas, con calles amplias y rectas, cortadas transversalmente por otras, todo siempre dentro de una muralla cuyas puertas se abren al final de las calles principales. Estas, de mayor amplitud, delimitan en el centro de la villa la Plaza Mayor, de planta casi rectangular y porticada, contando con la presencia de la iglesia de San Martín en el lado norte.

De clara vinculación castrense fueron los campamentos levantados en la campaña de Granada por la corona de Castilla, algunos de los cuales asemejaban a ciudades por su tamaño y orden. En este sentido contamos con algunos testimonios literarios del siglo XV, como el de la "Crónica de don Alvaro de Luna", donde se describe la entrada en la Vega de Granada por don Juan II (1431) y el campamento levantado al efecto "ordenado por sus calles en muy fermoso asiento", pero sobre todo, con la realidad viva del campamento de Santa Fe, a dos leguas de Granada, convertida luego en ciudad firme. Lucio Marineo Sículo afirmaba en su obra "De Rebus Hispaniae memorabilibus" (1539) que el plano de Santa Fe se había copiado del de Briviesca, cosa que no parece corresponder a la realidad pero que tiene el interés de vincular este tipo de ciudades, así como la estima por algunos modelos concretos.

El campamento de Santa Fe, establecido como tal en abril de 1491, sufrió a los pocos meses un importante incendio que destruyó los pabellones reales y otras muchas construcciones de modestos materiales. Ello hizo que los Reyes Católicos redoblaran su voluntad de permanecer allí hasta lograr la conquista de la capital nazarí, iniciando inmediatamente la construcción no ya de un campamento sino de una verdadera ciudad. Recogiendo noticias de anteriores cronistas, Luis del Mármol de Carvajal ("Historia de la rebelión y castigo de los moriscos ...." Málaga, 1600) describía así Santa Fe: "Hicieron una ciudad cerrada de muros y torres, con honda cava, dexando dos calles principales en medio derechas, puestas en cruz, que van a dar a cuatro puertas, que responden a los cuatro vientos, quedando en medio una plaza de armas espaciosa y ancha, donde pueden juntarse la gente del ejército". Es ésta la actual Plaza Mayor de Santa Fe, donde la arquitectura ha sido renovada pero en la que se reconoce la huella de la ciudad-campamento del siglo XV. En ella se situaron los edificios más representativos no ya de la ciudad, sino de la estructura del poder, esto es, la casa real, la casa llana, el ayuntamiento, la iglesia y el pósito o almacén de grano, con lo que tenemos uno de los programas más completos de Plaza Mayor que luego se irán cumpliendo de forma más o menos parcial.

Además de estas plazas que, efectivamente, pueden considerarse como de armas, la Baja Edad Media conoció el creciente desarrollo de otras plazas de análoga configuración pero de distinto uso, las plazas de mercado. Ello no obsta para que las primeras no excluyeran el uso mercantil de las segundas, y viceversa. Las plazas de mercado se situaban, habitualmente, fuera de la ciudad y delante de las puertas de la muralla, dado el poco espacio existente en el interior. Aquellos mercados, tan preciados por lo que de riqueza y actividad suponían para la ciudad, fueron inicialmente meros espacios abiertos donde exponer y vender la mercancía, pero según fue creciendo la actividad mercantil se fue perfilando un tipo de plaza de ordenada arquitectura en la que los pórticos formaban parte inseparable de ella. Uno de los casos mejor conocidos de nuestra Edad Media en la que el mercado se celebraba fuera de la ciudad amurallada es el de León. Aquí, en una explanada próxima a la Puerta del Arco del Rey, sabemos que en el siglo X se celebraba un mercado semanal (mercatum rege), que daría lugar a que paulatinamente se fueran levantando construcciones y tiendas estables, formando en el siglo XI el que se denomina mercatum publicum.

La atracción de mercaderes y gentes venidas de otros lugares, entre ellos judíos, moriscos y francos, desarrollaron esta parte de la ciudad que en el siglo XIV ya había formado un arrabal muy importante en torno al mercado inmediato a la parroquia de San Martín, hasta el punto de protegerse con una nueva cerca en 1324. El nombre de sus calles inmediatas (Carnicerías, Zapaterías, Rodezneros, etc.) habla de la pujante actividad de este mercado que, si bien conoció las competencias de otras plazas de la ciudad, acabaría dando lugar en el siglo XVII a una de nuestras más características Plazas Mayores. Una situación parecida es la que se dio en Madrid en la antigua plaza del Arrabal, más allá de la muralla, llamada también del Mercado, de irregular aspecto y arquitectura, que acabaría siendo la célebre Plaza Mayor. En ella se vendía pescado, carne y otros muchos productos de alimentación y consumo diario, así como artículos de muy diferente género que agrupándose por especies y oficios fue dando nombre a las calles inmediatas.

Cuando la ciudad lo permitía, también se utilizaron plazas interiores como plazas de mercado, a las que se les dotaba de soportales para mayor comodidad y orden del comercio así como para ennoblecer el aspecto de aquéllas. A estos efectos es muy elocuente el caso de la plaza de San Salvador, también en Madrid, utilizada como mercado intramuros, donde el rey Enrique IV aprobó, en 1466, el derribo de varias casas para ampliar la plaza y construir soportales delante de las tiendas. Como al parecer no se ejecutó de este modo, la reina Isabel insistió, en 1476, ante el concejo de Madrid para que "fagades poblar de mercaderes e oficiales toda la dicha plaça e fagades portalar e facer portales delante delas dichas tiendas dela dicha plaça para que se pueble mejor, ...porque las gentes ayan do se poner en tiempo de necesidades, ... Los dichos portales son muy necesarios conplideros e aprovechosos a la dicha plaça pues ésta es nobleza e provecho deta dicha plaça como dicho es...". Es decir, parece que el hecho de aportalar la plaza, así como las inmediatas calles dedicadas igualmente al comercio, aparece vinculada de una forma muy específica al mercado, irrumpiendo con fuerza en el siglo XV el portal como un elemento arquitectónico que tiene una determinada significación urbana y de uso. Un testimonio muy claro, aunque ya pertenezca al siglo XVI, es el del Concejo de Segovia que, en 1542, en el momento de configurar su nueva Plaza Mayor, permite a los dueños de las casas y mesones que "puedan sacar libremente portales a la calle de la dicha plaza" a condición de "que lo hueco que quedase debajo lo dejen libre para que todos los que quisieren puedan vender sus mercadurías y estar debajo dellos sin llevalle cosa alguna".

Lo más característico de estas soluciones porticadas es que en Castilla se resuelven de modo muy sencillo, con una estructura adintelada de madera a base de pies derechos, sustituidos luego por columnas o pilares de piedra, sobre las que apoya una arquitectura carpinteril de cargaderos y vigas igualmente de madera que habitualmente fueron objeto de las llamas. Ello, unido a la paulatina sustitución de sus elementos, hace que no hayan llegado hasta nosotros plazas medievales en su arquitectura aunque el espacio urbano se configurase entonces.

Por el contrario, en tierras de Aragón, Cataluña y Levante son muy comunes las plazas de mercado con soportales formados por sólidos y desiguales arcos de piedra, que dan un aspecto más grave al conjunto. Torres Balbás señalaba que ninguna de ellas debe ser "anterior a los últimos años del siglo XIV o a los comienzos del XV", citando el caso de Aínsa (Huesca) como uno de los más representativos.

Otras regiones más alejadas utilizaron también los soportales de fábrica y en arco en sus plazas de mercado, como sucedió en Badajoz. En esta ciudad, al despejar con unos derribos un espacio para la Plaza Mayor, dentro del prieto caserío de la antigua ciudad hispano-musulmana, el concejo se dirigió al cabildo catedralicio, en 1485, comunicándole que "podades facer, e fogades portales delant de las casas vuestras, que vos tenedes en la Plaza... e que los arcos que ficiéredes así los fogades sobre arcos de ladrillos e piedra, porque la dicha plaza sea mas noblesçida, con tanto que los dichos portales sean de la dicha çibdat, según las condiciones con que se han dado los otros portales de la dicha plaza".